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                      EXCESIVA PERMISIVIDAD EN LA EDUCACIÓN DE LOS HIJOS
Día tras días observo cómo la excesiva permisividad en la educación de los/as hijos/as nos va pasando factura a la sociedad en general y a algunos padres en particular.

Creo que no se han sabido inculcar unos valores, unos principios, ni transmitir el respeto que los niños/as y jóvenes han de tener a las personas mayores por el simple hecho de serlo, y a las personas de su entorno en general sólo por el hecho de ser personas.

Agresiones a compañeros/as de clase grabadas en móvil, falta de respeto a los profesores/as, disfrute con el sufrimiento ajeno, mala educación en la relación con los ancianos, falta de respeto a los padres que en ocasiones llegan incluso a los malos tratos. Todo esto era impensable hace algunos años.

También me temo que el hecho de que la mujer se haya incorporado al mundo laboral ha tenido sus consecuencias, y digo esto con pesar, porque yo soy mujer y considero que tenemos derecho a trabajar (también) fuera de casa (igualmente creo que tenemos derecho a no hacerlo, es una decisión personal si económicamente es posible). Hay que tener en cuenta que hoy en día, y desde hace ya unos años (15-20, quizá) los niños y adolescentes pasan demasiado tiempo solos, antes era la madre la que estaba siempre en casa y la que llevaba el peso de la educación de los hijos con alguna intervención ocasional del padre, pero ahora esto no es posible y los jóvenes de hoy en día están ya a falta, en general (afortunadamente hay excepciones) de una educación básica, de esa educación “de toda la vida”, de esa educación que nos inculcaba el respeto a los padres en primer lugar, a las personas mayores en particular y a todo el mundo el general. Ese respeto se ha perdido, escucho por la calle insultos a los padres y un conocimiento de todas las palabras malsonantes de nuestra Lengua (lástima que no aprendan otras con la misma facilidad) que asusta.

Los padres han sido y están siendo demasiado permisivos en la educación de sus hijos/as, y también demasiado generosos materialmente (¿quizá para suplir su ausencia?), todo esto ha provocado el surgimiento de una generación maleducada y egoista, desconsiderada e irrespetuosa que sufre toda la sociedad.

Pero creo que estamos a tiempo de corregir los errores, de arreglar lo que se ha hecho mal, y de hacerlo mejor en el futuro. Los padres han de ejercer de padres, los padres no son, no deberían ser, amigos de sus hijos, los amigos de sus hijos son sus iguales, un grupo de apoyo fundamental si son bien elegidos. Por supuesto que hay que buscar una relación fluida con los hijos/as, una relación en la que haya confianza, en la que el diálogo forme parte de la rutina, pero también una relación con unas normas claras para los hijos, con unos límites, y, recordando, con esa educación básica “de toda la vida”, ésa que tan bien nos supieron inculcar a nosotros.

Sí quiero resaltar que no todos los jóvenes son iguales, afortunadamente. Hay también jóvenes generosos, jóvenes capaces de dar su vida para salvar la de otro, jóvenes que se implican en los problemas sociales dedicando su tiempo libre para ayudar a los demás, jóvenes con una belleza interior que me llena de esperanza, jóvenes que espero sepan inculcar a sus hijos su educación y sus valores.